Existen muchas maneras de meditar, y yo recomiendo encontrar la que es perfecta para nosotros aquí y ahora. Así como nosotros cambiamos, nuestros hábitos y preferencias también lo hacen.
La meditación es una técnica natural en la cual la mente está profundamente relajada, pero despierta a la vez. Gracias a este nivel profundo de descanso, lamente y el cuerpo se renuevan y restauran profundamente.
Nos brinda una mayor perspectiva: al observar nuestra mente nos damos cuenta de que no somos solo mente. Al mirarla sin juzgar vemos que no tenemos que ser esclavos de lo que nos dicta el pensamiento, ya que no es infalible.
Descubrimos que la mente a veces nos hace trampas, se pone de mal humor, celosa, alegre y triste y testaruda, pero que no tenemos por qué correr tras sus caprichos.
Existen muchos mitos y creencias que suponen que la meditación es complicada o que es necesario tener una gran capacidad de concentración para realizarla. La verdad es que requiere práctica y compromiso, la concentración la vamos obteniendo con el tiempo.
Al meditar sintonizamos cuerpo, mente y emoción en un ritmo coherente, nos volvemos hacia nuestro centro, nuestra esencia. Desde este lugar esencial podemos relacionarnos de manera más honesta con todo lo que nos rodea.
Los beneficios son notorios desde el primer día: mejora el sueño, nos permite pensar de manera más clara, reduce el estrés y desarrolla el pleno potencial mental y físico.
Además estimula y refuerza las zonas del cerebro asignadas a la felicidad y la alegría. No hay excusas para empezar.
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